Un hombre muy sabio había escrito un libro sobre los misterios de la vida. Era un gran libro, lleno de datos, bellas historias y teorías, aunque no todo cabía en él.
Un día, un discípulo pidió al hombre sabio:
—Maestro, quisiera compartir contigo una taza de té para conversar de corazón a corazón, mirándonos a los ojos, y así entender algunas cosas.
El discípulo amaba el conocimiento, pero amaba todavía más el verdadero acompañamiento que brota de la intimidad de dos almas.
El sabio declinó la invitación y continuó difundiendo sus conocimientos, que eran amplios, profundos y deslumbraban a cuantos los oían.
El discípulo comprendió que al libro le faltaba un capítulo muy importante.
Se atrevió a pedir una vez más una taza de té y el sabio volvió a declinar, diciendo que para él ya no era tiempo y nada más tenía que decir.
El discípulo se sintió triste y reflexionó durante muchos días hasta que entendió de qué poco valía el maravilloso libro de la vida y sus secretos, cuando excluía lo más valioso: el encuentro real, compartiendo la vivencia única e insustituible del amor verdadero.
Ninguna teoría ni conocimiento puede igualar la ternura noble y desinteresada del corazón que pide y acepta con amor, tanto la palabra como el silencio, aunque no lo entienda.
Esto guardó cuidadosamente en su interior y así escribió el capítulo más importante que nunca estará en los libros, y que sólo se puede leerse en la sagrada presencia del encuentro entre las personas, con la dulce tibieza de una taza de té.
(© Montserrat Montano)